«La escala humana se esfuma a cada paso y a cada minuto»
Así describe la travesía por el circuito de montaña Dientes de Navarino nuestro amigo y montañista Nicolás Celis Valderrama.
Hoy te contamos, en algunos de los fragmentos de su aventura, como se vive en primera persona el trekking más austral del mundo:
«Los Dientes de Navarino son los amenazadores colmillos graníticos del principal cordón montañoso de la isla que lleva el mismo nombre. Mi planificación se asemejaba a su fisonomía: caminar por el borde afilado de la hoja de un cuchillo.
Tomé un avión desde Santiago a Punta Arenas y luego un ferry, El Yagán, hasta Puerto Williams, la isla habitada más austral del mundo.
Cuando el fascinante pueblo/nación yagán llegó al extremo sur de América hace 6 mil años, habían viajado más lejos que cualquier otro ser humano.
Sin embargo, incluso para lxs yagán, las montañas eran un telón de fondo desolado e inhóspito para sus vidas como cazadores y recolectores marinos. De hecho, hasta el día de hoy no son muchas las personas que se aventuran al interior peñascoso de la isla.
Es un viaje a una tierra congelada en el tiempo, que precede el desplazamiento pretérito de cuando la humanidad operaba exclusivamente en las áreas de recolección y caza.
El primer rumor al llegar a Puerto Williams fue que nevaría y habría tormenta, pero que también habría sol y un poco de frío. Aquí, en el fin del mundo, tal como dicen los patagónicos con orgullo, es posible experimentar las cuatro estaciones en un solo día.»
«Este sendero atraviesa un bosque magallánico que se muestra en su forma más majestuosa.
Los pájaros carpinteros de Magallanes incursionan entre los troncos de los árboles, y los hongos se aprovechan de la permanente humedad que brindan las tormentas de nieve y las recurrentes lluvias.
Luego de 200 metros de ascenso a través de la selva austral, se llega al mirador del canal Beagle. El canal lleva el nombre del barco que lo navegó en 1832, transportando al hidrógrafo y capitán de la marina británica Robert Fitz-Roy, y al naturalista, también británico, Charles Darwin.
Los siguientes 5 kilómetros son un verdadero sueño patagónico. «
«Esta explanada es fascinante. Uno se encuentra frente a un portentoso libro abierto, que relata la fuerza y estragos de las tectónicas de placas y el trabajo lento pero sostenido de los glaciares. Todas sus páginas están hechas de rocas sedimentarias erosionadas y desdibujadas por las tormentas y el hielo.
Es sobrecogedor pensar que todo esto estuvo alguna vez bajo el mar.
Lo que sigue del sendero es casi completamente cuesta abajo el resto del día. La Laguna Escondida está al fondo, en una cuenca.
Se ven y se oyen rocas que se descuelgan de las alturas, depositándose finalmente en la laguna; es un espectáculo constante.
Mientras caliento el agua para el mate, recuerdo que llevaba unos damascos deshidratados. Luego de comer uno, no pude dejar de comérmelos todos mientras sentía rugir el viento entre las fauces de los Dientes.»
«Durante la noche, el viento golpeó fuerte cada pared de la carpa; a ratos sentía que estar dentro era lo único que impedía que volara lejos.
En este lugar, que es la sección más remota del circuito, es lo más al sur del mundo que he estado en mi vida.
Mientras tomaba desayuno, confirmé que estaba detrás de una verdadera fortaleza. El sonido de los desprendimientos de las rocas se volvió habitual: es como si el ruido hubiese transmutado al susurro y luego articulado, finalmente, con el silencio.
Mientras los cóndores majestuosos y elegantes merodean y planean sobre las cumbres de los Dientes, nunca dejo de sentir que estoy en el horno geológico que forjó el planeta en tiempos lejanos.
Hoy tengo un desafío, advertido por otrxs que se aventuraron como yo en el pasado: llegar al paso Ventarrón. Cruzarlo es el hito más importante para marcar el regreso a Puerto Williams.
Un sendero en forma de zigzag atraviesa un bosque atrofiado y curtido por el inclemente clima patagónico y por los castores. Este sendero, luego de 3 horas, finaliza en el paso Ventarrón (691 metros). Es un ascenso abrupto con un viento tan agresivo que sientes que en cualquier momento te puede tumbar al suelo. Toda su ladera norte muestra las numerosas capas coloridas, tipo arcoíris, de las rocas sedimentarias.
Al llegar al paso Ventarrón, varios senderos convergen. La vista hacia el oeste es magnífica: un territorio casi inexplorado de deslumbrantes lagos que seguramente muy pocas personas se han aventurado a conocer.»
«Fue la primera vez en todo el circuito que me sentí aislado. Respirar profundo en el valle glaciar del Guérrico es alucinante.
El paso Virginia es el punto más alto de todo el circuito: 953 metros sobre el nivel del mar. Cada paso en esa altura te regala una vista espectacular: ante mis ojos se presentó nuevamente el canal Beagle, y en su otra orilla, la Isla Grande de Tierra de Fuego. A mis espaldas, el macizo Lindenmayer estaba cubierto por un manto denso de nubes oscuras que anunciaban que la tormenta de nieve ya había comenzado.
El paisaje que se observa desde este lugar es prístino y salvaje.
Bajar el Virginia implica dejarse llevar por un empinado acarreo de 600 metros que desciende directo a la laguna. Aquí no hay sendero, no hay un único camino por donde transitar: lo importante es bajar. Luego, solo resta rodear la laguna hasta el desagüe en la entrada del bosque.
A ese lugar llegué a las 12:00 del día. Preparé café e increíblemente estaba despejado. Sabía que ya había dejado atrás la fortaleza rocosa más austral del mundo.
La entrada al bosque es mágica, preciosa y luminosa.
Las próximas horas transcurren por un verdadero laberinto de bosque nativo denso, a ratos lúgubre y desorientador. Es simplemente fascinante, como si un silencio irrumpiera en la tempestad.
A partir del punto donde restan 2,7 kilómetros de bosque, de tanto en tanto, aparecen señaléticas de pintura roja y amarilla sobre los troncos. Estas te muestran un camino al este, por una ladera que termina en una hermosa cascada llamada Los Bronces.
Desde este lugar se puede ver un camino rural para vehículos y algunas casas abandonadas de Puerto Williams: el trekking más austral del mundo acaba de terminar. Un suspiro hondo y sostenido me lo confirma.»
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